SÍ, QUIERO

27 enero, 2017

¡Una boda diferente!

La semana antes de la ceremonia, recibí una llamada de Clara. Se casaba con Txemi en seis días, estaba buscando fotógrafo y una amiga común le había dado mi contacto.

Lo que iba a ser una boda secreta, se fue convirtiendo en una pequeña celebración para los más cercanos. Y llegados a este punto, los novios se plantearon buscar a alguien que se encargara de inmortalizar los momentos más importantes.

Clara me gustó desde el principio. En nuestra primera conversación, me llegaba desde otro lado del teléfono una voz dulce, con una mezcla de nervios por los preparativos del evento y de reparo por ofrecerme un encargo tan precipitado.

Normalmente, en este tipo de trabajos suelo quedar antes con las personas a las que voy a fotografiar, para conocernos y hablar un poco sobre la sesión. En este caso, esto se suplió con el buen feeling telefónico y con la información que me fue dando la novia en los días previos sobre el lugar donde se celebraría la ceremonia civil, el restaurante elegido para la comida posterior y otros detalles.

Así me enteré, por ejemplo, de que las alianzas que lucen en la foto de portada son muy especiales para ellos, ya que se las hizo por encargo una amiga: a él en oro blanco y a ella, en amarillo.

Otro dato importante: la novia iría de corto (OMG!). Cuando recibí por whatsapp las imágenes de los botines y el vestido, pensé que encajarían a la perfección con las fotos desenfadadas y naturales que yo tenía en mente. Y, lo reconozco, me quedé enamorada del vestido: de Hoss Intropia, rosa claro y con adornos bordados en blanco roto.

Él, por su parte, optó por un moderno traje azul marino sin corbata. Encargado con demasiada poca antelación según el dependiente de la tienda –que por lo visto se quedó de piedra al conocer la fecha del enlace–, lo cierto es que llegó a tiempo para que Txemi diera el “Sí, quiero”.

El empeño de Clara por conseguir las flores que quería y su satisfacción con el resultado, hacían al ramo merecedor de un plano detalle por derecho propio. Aunque cada vez es más frecuente, no todo el mundo tiene tan claro que apostar por un ramo con aire silvestre en estos tonos puede ser un gran acierto para una novia.

Otra peculiaridad de esta boda es que, al ser tan familiar, para los novios era muy importante dedicar el máximo tiempo posible a sus invitados; no habría un largo cocktail para tenerlos entretenidos mientras ellos dos se hacían su sesión de fotos.

Así pues, para nuestro reportaje dispondríamos más o menos del rato durante el que los amigos pudieran tomarse unas cañas tranquilamente sin echar de menos a sus anfitriones.

Sabiendo de antemano el límite de tiempo –probablemente el mayor reto de este trabajo–, localizar los alrededores para conocer sus posibilidades y tener claras algunas de las fotos que quería, me ayudó bastante para ir directa al grano y aprovechar al máximo nuestra pequeña escapada fotográfica.

Pero por supuesto, nada de esto habría funcionado sin la complicidad de Clara y Txemi. Una vez elegidos objetivos y encuadres, sólo tenía que observarles en la distancia para captar la ternura que desprenden.

Esta naturalidad que yo buscaba no es nueva en la fotografía de bodas. Por suerte, es una tendencia en alza y con grandes profesionales poniéndola en práctica en todo el mundo.

Honestamente, pienso que no habríamos podido hacer este reportaje de otra forma. Lo de las poses forzadas no va conmigo, ni me pareció que fuera con ellos. Buscar unas fotos rápidas y espontáneas creo que fue la clave para convencerles de que se pusieran frente a mi objetivo… ¡Y espero que cuando vean el resultado, se alegren de haberse perdido las cañas en familia para quedarse con este recuerdo!