DÍA DE LA MADRE

1 mayo, 2016

El baby boom que ha tenido lugar este último año en mi entorno más cercano ha sido la principal razón para realizar este post. Dar la bienvenida a los hijos de personas que conozco desde hace tanto y con las que he compartido tanto, y ver cómo les ha cambiado la vida, me inspiró para intentar recoger algunos de esos pequeños grandes momentos.

Quería reflejar su día a día a través de situaciones cotidianas. Ni flashes, ni sesiones de estudio, ni niños disfrazados. Sólo luz natural y tiempo para captar la complicidad madre-hijo en gestos espontáneos.

Aunque diferentes, todas las madres que forman parte de este reportaje tienen varias cosas en común: son primerizas, con bebés menores de un año y trabajadoras (además del trabajo a jornada completa y con contrato indefinido que supone la maternidad, me refiero). Todas hacen malabares a diario -o los harán- para disfrutar de sus pequeños sin renunciar a su profesión. Y todas me han hecho un hueco en su apretada agenda con una sonrisa.

En portada, Maru y Carlota. Una pareja muy especial, ya que cuando comencé con este proyecto, Carlota aún no había nacido. Recuerdo a Maru en las últimas semanas de embarazo, impaciente por verle la carita. Creí que sería genial que llegara a tiempo para incluirla… ¡Y lo hizo! Y mereció la pena la espera, pienso cada vez que veo esta imagen.

Bea y Susana. Esta pequeña fue la primera de todos los esperados bebés de 2015. Con un año recién cumplido, nos regaló una divertida tarde en el parque llena de sonrisas; aunque la mejor no se la sacamos con su muñeco preferido ni ofreciéndole Aspitos, sino en los brazos de su madre.

María y Core. Cuando ella me preguntó cómo quería hacer las fotos, no tuve duda: jugando y riendo. No me los imaginaba de otra forma. Y aunque en otras tomas salen, como preveía, a carcajadas, no me pude resistir a la cara de felicidad de María mientras Core se la come literalmente a besos.

María y Aitana. Una de las imágenes que tenía en mente cuando comencé a pensar en este reportaje era la de una madre dando el pecho a su bebé, y ellas eran las candidatas perfectas. Porque María es como una hermana para mí y fue muy fácil conseguir este momento de paz y complicidad en medio (aunque parezca mentira) de un animado aperitivo familiar de domingo.

Alina y Sofiyya. Mientras la gente se acercaba al balcón del Parque del Oeste esperando la puesta de sol, la pequeña Sofiyya encontró en un palito abandonado en este rincón, su mejor entretenimiento. Igual que la anterior, esta escena me inspira paz y ternura por el gesto cómplice entre madre e hija, concentradas en su juego y ajenas a todo lo demás.

Ina y José. Cuando le comenté la idea de estas fotos a Ina, su respuesta fue todo entusiasmo, proponiéndome un montón de opciones de entre las actividades que forman parte de su rutina diaria… Y ciertamente la sesión resultó un no parar, un auténtico filón de momentos que captar. Como resultado, una difícil elección en la que al final me decidí por el beso esquimal, ¡no me puede gustar más!

De todos los posts publicados hasta ahora, este ha sido el que más tiempo me ha llevado y el que más colaboración ha requerido. Pero también ha sido con el que más he aprendido y disfrutado. Y no tengo palabras para agradecéroslo, así que confío en hacerlo de alguna forma con las fotografías. Espero que cuando las veáis hoy, mañana o dentro de un año, os traigan los mismos buenos recuerdos y os saquen la misma sonrisa que a mí.